04/18
VolverEn busca del oro
Heraldo de Aragón
Joaquin Melguizo
«La historia – dice Titzina – es la herencia de la acción de un hombre sobre otro y sus consecuencias sobre el colectivo». De eso trata «La Zanja». De historia, de cómo heredamos las acciones del pasado y de cómo influyen en nuestro presente y en nuestro futuro. Del encuentro entre dos mundos. De antepasados, conquistadores y conquistados. De Pizarro y Atahualpa. De conflictos mineros entre las multinacionales occidentales y las comunidades nativas de Perú. De la explotación de los recursos naturales y de raíces culturales. Un verdadero ejercicio de teatro antropológico.
Miquel, un técnico de una multinacional, llega a una población peruana en la que se instalará una nueva explotación minera. Allí le espera el alcalde, quien tiene una visión diferente respecto a qué reportará la mina de oro para la comunidad. Cientos de años atrás, también se produjo un encuentro entre Pizarro, que llegó al Tahuantinsuyo en busca de oro, y Atahualpa, el último rey inca. Este es el argumento que sirve Titzina para formularse preguntas acerca de la relación entre Sudamérica y Europa, sobre la manera en que los actos de conquista y explotación siguen hoy muy presentes en las comunidades nativas. Y los vierten en escena con su estilo tan personal, con sencillez y sin grandes artificios. Múltiples cambios de personaje, de escenografía, de tiempo o de espacio, llenos de dinamismo y sutileza. Un pequeño cambio de vestuario o de voz y se dibuja un nuevo personaje perfectamente reconocible. Sin histrionismos. Un leve cambio de escenografía o de iluminación y estamos en otro lugar o en otro tiempo. Sin alardes espectaculares. El texto es profundo, construido con rigor. Tal vez esa ironía tragicómica llegue con menos nitidez que en anteriores espectáculos, pero el resultado nos toca, nos afecta y nos involucra.